Mi última cita con Tolo Plaza fue en Pamplona hace 12 años

ALTERIO Y TOLO SE DESPIDEN EN PAMPLONA

Mi última cita con Tolo fue en Pamplona hace 12 años, en Noviembre de 1999

Acabamos el domingo en el “Bar Txoco” de la Plaza del Castillo unas pocas horas antes del partido. Nos tomamos unos txikitos y unos pinchos en la barra en una animada charla.

Por la mañana, temprano, nos reunimos con Tolo en el Hotel Iruña Park donde se alojaba su equipo ilicitano. Los anfitriones y guías eran dos auténticos navarricos de postín –amigos míos-, Ignacio Izuriaga y Ángel Moler. Tolo quería conocer la “bonica” capital navarra. Habíamos quedado la noche anterior a través del número de teléfono que me había proporcionado su hermano Pepe “Cacú” desde La Carolina.

El Elche, que entrenaba Tolo desde la temporada anterior en la que había conseguido el ascenso a Segunda División frente al Melilla, se enfrentaba al Osasuna en El Sadar por la tarde.

Había que hacer un apresurado tour por Las Murallas y La Ciudadela. Después nos fuimos a la zona vieja: Ayuntamiento, calle Estafeta y, finalmente, la Plaza del Castillo. En un rincón de la plaza, el Bar Txoco; su pequeña barra estaba repleta de pinchos. Pedimos unos txikitos y empezó una animada charla entre los cuatro amigos.

Presumiendo de amigo, les hice una breve reseña a Ignacio y Ángel sobre Tolo. Les comenté, entusiasmado, las espléndidas tardes de futbol que nos había ofrecido en nuestro Pueblo desde su época de juvenil y cómo, posteriormente, seguimos su meteórica trayectoria en los juveniles del Real Madrid y su paso  por el Castellón y el Sevilla, donde pronto se convirtió en la estrella del equipo hispalense, rememorando a un anterior ídolo sevillista, el también carolinense Araujo. Recordamos la grave lesión de Tolo en un partido televisado contra el Valencia en el que, en un lance con el valencianista Barrachina, se truncó su carrera como jugador.

Tolo, después, siguió jugando en varios equipos: Recreativo de Huelva (acompañado de su hermano Pepe) y Linares.

Posteriormente, tras su temprana retirada como futbolista, entrenaría al Carolinense, Sevilla Atlético, Utrera, Marbella, Real Jaén (en dos etapas), Linares, Córdoba y Málaga.

Entre vino y vino, en un momento, Tolo cogió mi paquete de tabaco y encendió un pitillo. No me constaba que fuese fumador -y no lo era- pero le dio una calada al cigarrillo que le llegó a los piés. Ante mi asombrada mirada inquisitiva, Tolo, mirándonos a los ojos, nos comentó que “la vida habia que saborearla y apurarla hasta el final”.

Antes de despedirnos, Tolo quedó conmigo para vernos “en las próximas Navidades en El Centenillo”. Un emplazamiento que jamás pudimos realizar porque nos lo impidió esa puta enfermedad llamada cáncer. Una enfermedad que muy pronto, directa o indirectamente, nos afectaría a los cuatro amigos allí reunidos y que gozábamos “saboreando y apurando” –como quería Tolo- los chiquitos de Pamplona.

Beatriz Montes, mi hija, falleció cinco meses más tarde. Tolo Plaza lo hizo el 11 de Junio del 2000. Cuatro años más tarde lo hizo Ignacio Izuriaga. Un año después fallecía un hijo de Ángel Moler.

No pudieron, como tantos y tantos otros, vencer al cáncer pero saborearon y apuraron valientemente sus vidas hasta el final, como quería Tolo.

Noni Montes

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