Reflexiones de un paseante: el Molino del Batán. Fernando R. Quesada Rettschlag

15.05.2012 10:29

Fernando R. Quesada Rettschlag
 

Molino del Batán

Hoy hace un día de perros, o dicho de un modo más erudito, de climatología adversa. La claridad del amanecer aún no se filtra a través de los resquicios de la mal cerrada persiana y al despertador aún le queda un rato de prudente y circunspecta clandestinidad, pero yo ya estoy impaciente por dar el salto de la cama...


¿Cuál será la poderosa fuerza que nos mueve a mí y a las decenas de criaturas que dedicamos nuestro tiempo de asueto a transitar por los carriles del Parque Natural, a abandonar la placentera tibieza del lecho y lanzarnos a la torva y gélida intemperie?
En teoría, hay cosas mejores que hacer en una mañana de domingo. Por ejemplo, remolonear entre las acogedoras sábanas durante una o dos horas y después, embaularse una ración de churros convenientemente embadurnados de chocolate, para, acto seguido, dedicarse a digerir tan opíparo desayuno, arrellanado en un sillón, hojeando la prensa del día.

Molino del Batán

Sin embargo, cuando tantos, de modo voluntario e incluso entusiasta, nos damos tamaño madrugón, para llegar al campo tempranito, pasar 3 ó 4 horas subiendo y bajando cuestas y, por fin, volver a casa fatigados y resudados; es obvio que algún tipo de recompensa debemos obtener a cambio.
Parte de esas gratificaciones son, sin duda, el placer que proporcionan la ducha templada y la subsiguiente cerveza helada, pero por sí solas no justifican el esfuerzo.
Por supuesto, también están las endorfinas; esas bienhechoras hormonas análogas a los opiáceos, que se liberan durante el esfuerzo físico y nos inundan el cuerpo con una agradable sensación de bienestar y optimismo.
Al parecer, se puede llegar a desarrollar adicción a las propias endorfinas. Una adicción inocua y sin efectos secundarios. Siempre, claro está, que la actividad que provoca la secreción, no se convierta en una compulsión patológica, ya que en ese caso nos habríamos vuelto adictos al ejercicio físico extremo, a los enamoramientos, a los orgasmos, al consumo de picante, de chocolate, de café, o incluso al dolor. Los excesos lo pervierten todo.

Sin embargo, a mi juicio, la principal recompensa que obtiene el caminante, consiste en que, durante las caminatas, la imaginación vaga libremente triscando a su albedrío, por las verdes praderas de la metaconciencia. Entramos en un estado de abstracción y ensimismamiento, en el que el pensamiento se libera de las rígidas normas que sustentan la estructura lógico-formal del discurso intelectual consciente, y galopa libremente, sin riendas ni bocado, por las extensas llanuras de la república de la autarquía. Es la situación mental que mi abuela política describía con la preciosa y atinada expresión “estoy reinando en mis cosas”. Un par de horas de tal reinado, suponen una auténtica catarsis vivificante y regeneradora para el espíritu. Mi buen amigo Carlos, que fue quien me contagió el virus de la afición al senderismo, lo expresaba de un modo mucho más sencillo e inteligible cuando me decía: “Fernando, en las marchas de los domingos, nos dejamos por esos caminos toda la mala leche acumulada durante la semana”. Así sí que queda claro. Yo les recomiendo a mis alumnos que, cuando se expresen en registro académico, procuren concisión, claridad y precisión. No puede haber mejor paradigma del tal consejo que la frase de Carlos.

EL ARROYO DEL BATAN

En estas reflexiones andaba, alentado por la larga y suave pendiente que iba recorriendo en sentido descendente, cuando llegué al pilar situado en la encrucijada en la que un cartel anuncia el desvío hacia EL MOLINO DEL BATÁN. Se trata de un par de construcciones en ruinas, situadas en un barranco profundo y de paredes muy pendientes, por cuyo fondo discurre el arroyo del Batán. Esta configuración es determinante para crear el ambiente húmedo y umbrío que sustenta el frondoso y abigarrado bosque galería que puede apreciarse en las fotografías y que se encarga de dificultar enormemente nuestro tránsito barranco arriba. Para progresar, hemos de cambiar continuamente de ribera buscando tramos pasaderos; hemos de sortear los alisos, fresnos, zarzas y tamujos que pueblan densamente las orillas, y salvar el sinnúmero de ramas y troncos secos y abatidos que interceptan el paso.  Parece cosa de brujería alcanzar el objetivo sin que nuestras botas caten el agua del arroyo.
 

Afortunadamente el trayecto es corto; a menos de un kilómetro se ofrece a nuestros ojos un espectáculo que parece el escenario de una novela de Walter Scott o de una Leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer. Las ruinas de dos edificios que aún evidencian pasados esplendores, resistiendo valerosamente el feroz ataque de las vanguardias del reino vegetal. Los verdes invasores ya han conseguido reconquistar el suelo interior y, en algunos lugares, han logrado introducir sus raíces por entre las piedras de los muros, emergiendo las copas enhiestas y victoriosas como si hubiesen conseguido plantar su bandera en la torre del homenaje del castillo enemigo. Un flash de romanticismo decimonónico adobado con un sutil regusto a miedo, procedente de la evocación de relatos de terror leídos durante la adolescencia. Dramones que se desarrollaban en escenarios góticos como el que tenemos delante. Solo faltan la noche, la luna apenas adivinada entre los negros nubarrones que la velan, y el súbito graznido de un cuervo que nos produzca un escalofrío paralizante y nos deje la piel de gallina.
Por cierto, muy pocos de los jóvenes que se visten de negro riguroso y se maquillan como si acabaran de levantarse del sepulcro y hubieran salido un rato de la cripta para tomar el fresco, saben que su estética data del siglo XVIII y que la palabra que los identifica, góticos, procede, como en tantos otros casos, de una mala traducción del inglés. En efecto, corría el año 1764 cuando Horace Walpole, conde de Orford, político, arquitecto, escritor y primo de Horatio Nelson, el almirante inglés famoso por haber fracasado en la toma de Santa Cruz de Tenerife y haber perdido el brazo derecho en el intento, publicó “El castillo de Otranto”, inventando así la novela de terror. “Gothic novel” la llamaron despectivamente los críticos literarios británicos, a los que no les gustó ni un pelo el nuevo género.

Los angloparlantes usan el término “gothic”, godo en español, como sinónimo de bárbaro, salvaje, incivilizado… Nosotros, para expresar figuradamente el mismo concepto, hemos elegido el nombre de otra tribu también de origen germánico, los Vándalos. Podríamos haberla llamado novela de terror, o haber traducido “gothic” por godo o, mejor aún, por vándalo, pero optamos por lo más fácil aunque también fuera lo más incorrecto, ya que la palabra “gótico” tiene un campo semántico que no es ni primo retirado del de su homófona inglesa. De ahí proceden la estética gótica y la palabra que la designa.
Actualmente, asistimos a un proceso equiparable e igualmente penoso, con ese empeño de periodistas y críticos en llamar “thrillers” a las novelas y películas de suspense. También podrían elegir las palabras intriga, misterio, conspiración… pero se conoce que su bagaje intelectual no da para tanto.
Y como hoy la cosa va de horrores, no me resisto a contar una última y horrorosa historia aún a riesgo de terminar de aburrir al lector que haya tenido la paciencia de llegar hasta aquí. He de alegar en mi descargo, que atañe a nuestros hermanos argentinos que están de rabiosa actualidad por haberse enrabietado contra nosotros sin que les hayamos dado motivo alguno para ello, y la actualidad manda.

En la Exposición de Londres de 1859 un francés, Ferdinand Carré, mostró un aparato de su invención que permitía fabricar cubitos de hielo. Un gran invento que abría la cuarta y, por ahora, última gran revolución alimentaria, la protagonizada por el frío como conservador de los alimentos.
Solamente nueve años después otro francés, Charles Albert Tellier, puso a punto un sistema que permitía conservar durante largo tiempo, los alimentos congelados. En 1876 había perfeccionado su método logrando bajar la temperatura de conservación a 30º bajo cero, y realizó la prueba definitiva para demostrar su eficacia. Mandó una pierna de cordero congelada al otro lado del Atlántico, es decir, casi cuatro meses de navegación. El éxito fue completo y el barco regresó de Argentina con veinte toneladas de carne congelada. Por cierto, el nombre del navío, “Le Frigorifique”, hizo fortuna y se usa en varios idiomas, pera designar al aparato.
Los argentinos, que paradójicamente llaman heladeras a los frigoríficos, vieron de inmediato que este invento abría de par en par el mercado europeo para su enormemente excedentaria producción de carne. En 1883, solo siete años después, instalaron su primera planta frigorífica en Zárate, provincia de Buenos Aires.
La primera guerra mundial incrementó aún más la demanda de carne por parte de los países contendientes, y Argentina llegó a situarse entre las primeras potencias económicas del mundo. Por esa época recibieron muchos miles de inmigrantes de Italia y España principalmente.

Otra paradoja, en 1913 murió el Sr. Tellier en la más absoluta pobreza.
A partir de ahí, la Historia de nuestros hermanos americanos es un ejemplo a no seguir. Con una indomable fuerza de voluntad y una inquebrantable perseverancia en la corrupción generalizada, la falta de escrúpulos institucional y el latrocinio como principio inspirador de la mecánica administrativa, aderezados con esa peculiar charlatanería populista y demagógica de sus políticos predilectos, consiguieron convertirse en una nación en la que, desde los pobres de solemnidad hasta los ciudadanos de la otrora acomodada clase media, pasan penurias, estrecheces e incluso hambrunas propias de una situación de postguerra, no quedándoles más salida que la emigración.
Y no era nada fácil conseguirlo. En Argentina, la densidad de población es de 14’4 habitantes por kilómetro cuadrado, 5 veces menor que en la Unión Europea (71 hab./km2), y los recursos naturales de que disponen para repartir entre tan escaso número de habitantes, son inmensos. En una superficie de 2.780.400 kilómetros cuadrados, habitan poco más de cuarenta millones de personas, mientras que en España somos más de cuarenta y cinco millones en solo 505.990 kilómetros cuadrados y en Italia superan ampliamente los sesenta millones de habitantes en tan solo 301.323 kilómetros cuadrados.
Ante la elocuencia de estas cifras cabe preguntarse cómo es posible gestionar tan mal una situación tan favorable. Pues puede hacerse, es solo cuestión de empeño, y ahí están nuestros hermanos argentinos para demostrarlo. ¡Olé sus bemoles!
¿Es o no es una historia horrorosa?

P.S: No me siento del todo satisfecho con esta forma de terminar el artículo, porque sinceramente considero a Argentina una nación hermana y a los argentinos unos paisanos que nos cogen un poco a trasmano, dicho sea sin ninguna reticencia y sin el más leve atisbo de ironía. Por eso quiero dejar constancia de mi admiración y respeto sus muchas virtudes, mencionando al menos, un par de ellas. En primer lugar, en mi particular cuadro de honor de las lecturas que más disfrute me han proporcionado, figura en segundo lugar, inmediatamente detrás de “El Quijote”, el “Martín Fierro”. En segundo lugar es realmente sobresaliente la habilidad con la que se desenvuelven en los asuntos que se resuelven a patadas, los muy pelotudos. Y me dejo en el tintero la cautivadora emotividad del lunfardo, las delicias que ofrece su gastronomía y un larguísimo etcétera. ¡Que no todo en la vida es política y economía!

Te atiendo... ¡Tu tienda!

Sitios recomendados

 

ORELLANA PERDIZ es una empresa familiar creada en el año 1.948; se sitúa a ambos márgenes de la Autovía de Andalucía A-4 SUR en los Km. 265 (Dirección Sevilla) y 266 (Dirección Madrid) en La Carolina (Jaén). Con más de 60 años de andadura profesional contamos con Hoteles, Restaurantes, Cafeterías, Piscinas, Pista Polideportiva, Plaza de Toros Rutas 4x4 y a Caballo, Salones para Convenciones y Celebraciones con Programa de Actividades y Gasolinera. Tel. 953 660 600
ORELLANA PERDIZ LIBRERÍA AULA
VETERINARIA SAN FRANCISCO ACEITE VIRGEN EXTRA SIERRA MORENA
Asesoria Pyme Javier, siempre capturando recuerdos con su cámara en ristre.
ALONSO & CAMACHO JAVIER SEGURA FOTÓGRAFO
RINCON DE CAROLINA LOS ALPES

Te atiendo... ¡Tu tienda!

Sitios recomendados

 

FRUTERÍA EL PLATANERO PUB BOULEVARD
ely-t GRUPO INMOBILIARIO CANO ESTÉTICA DEL AUTOMÓVIL
SATIN STYLE PELUQUEROS PUB MANES

blog comments powered by Disqus

Sitio de búsqueda

Contacto

Revista de La Carolina @La_Carolina
www.facebook.com/noni.montes
https://pinterest.com/teatiendo/
https://storify.com/La_Carolina
revistalacarolina@gmail.com
+34 668 802 745

Follow me on App.net

LOS ARTICULOS DE ALTERIO

 

 

DIABÉTICOS DE LA CAROLINA

+INFO

Follow Me on Pinterest Seguir a La_Carolina en Twitter LINKEDIN LOGO
      LOGO STORIFY      

 

HOSPITAL VETERINARIO SAN FRANCISCO

ORELLANA PERDIZ

 

 

ASESORÍA BERNABÉU TORRECILLAS

 

LIBRERÍA AULA

LOS ALPES 1924

FEDERÓPTICOS OPTIDOS

MESÓN CASA PALOMARES

MIMO

VOLUNTARIADO CRUZ ROJA