Alterio, las minas y “El Sinapismo”

12.11.2010 09:24

ALTERIO, LAS MINAS Y “EL SINAPISMO”

REVISTA

RLC.- Buenos días, Alterio ¿qué revista está viendo usted?

Alterio.- “El Sinapismo”, amigo, “El Sinapismo”. Es una revista que acaba de publicar la Asociación Cultural Minero Carolinense. Ayer por la mañana, su amigo Antonio Merino tuvo el bonito detalle de proporcionarme el número 1 que aún está calentito, recién salido de la rotativa.

RLC.- La verdad es que tiene muy buen aspecto…

Alterio.- Y mejor contenido, amigo. Ahora que parece ser que nuestras instituciones quieren recuperar la memoria histórica de nuestro ancestral pasado minero, la Revista El Sinapismo, pretende dar un empujón a la idea y, si siguen en esta línea, a buen seguro que lo han de conseguir. Es una excelente iniciativa ¿no le parece?

RLC.- Por supuesto que sí, Alterio. Rara es la familia carolinense que no ha tenido relación con nuestras viejas minas…

Alterio.- Efectivamente. En mi propia familia, mi abuelo paterno, Francisco, ya trabajaba en la Mina “La Rosa”. Y mi padre también, desde los diez años cuando murió mi abuelo. Eran tiempos muy duros aquellos y, en La Carolina, todo giraba alrededor de las minas. Le comento: mi abuelo Francisco tenía un taller-fragua donde ahora está Correos junto con su socio y pariente Sánchez (creo que se llamaba Francisco también). Su trabajo consistía en la reparación de las máquinas de las minas. Unas veces podían hacerlo en su propio taller y otras, la mayoría, tenían que desplazarse hasta el tajo, hasta el “hondo”. Sus hijos, mi padre y mi tío, y después mis hermanos, continuaron la tradición de la mecánica. Todavía, en la cuarta generación, tiene continuidad su trabajo relacionado con la mecánica. Aunque por desgracia las minas cerraron y las necesidades y quehaceres técnicos cambiaron.

TALLER MONTES-SANCHEZ

RLC.- Hay que felicitar a ACMICA por su acierto con esta revista “El Sinapismo”, sí señor…

Alterio.- Están haciendo una labor muy buena recogiendo información y testimonios de los pocos viejos mineros que nos quedan. Muchos de ellos, junto a familiares más jóvenes descendientes de mineros, colaboran activamente en la Asociación. Mire usted esta foto. Seguro que conoce a más de uno…

MIEMBROS DE ACMICA

RLC.- Pues prácticamente a todos…

Alterio.- Había que conocer la mina para saber lo dura que era.

RLC.- ¿Acaso la conoció usted?

Alterio.- Pues sí, mire usted por dónde. No es que yo trabajara en ella, pero corrían los primeros años ochenta y estaban las minas dando las últimas bocanadas. Casi todas habían cerrado y creo recordar que la única que permanecía en explotación era la mina Federico. Un buen día, junto a algunos compañeros, tuve la oportunidad de bajar al “hondo” y así lo hice.

RLC.- ¿Bajó usted muy “hondo”?

Alterio.- Pues sí señor. Ellos, los mineros, le llamaban “la novena” y creo recordar que estaba a unos 600/700 metros de profundidad. Le comento: al principio nos dio a todos un canguelo que no quiero recordar. Para empezar, nos hicieron firmar a todos un papel en el que la Empresa (Los Guindos) se inhibía de toda responsabilidad en caso de accidente. A continuación, los cuatro o cinco que nos subimos junto al capataz en la “jaula”, una especie de ascensor pero que para nada se parecía a estos artefactos. La “jaula” se cimbreaba y a veces parecía que chocaría contra las paredes del pozo situadas a escasos centímetros del artefacto con lo que el canguelo persistía. No recuerdo el tiempo que tardamos en llegar a la “novena”, pero a mí me pareció una eternidad.

RLC.- ¿Qué usted pasó miedo, Alterio? No me lo creo…

Alterio.- Pues sí, créaselo usted. Imagino que los mineros, acostumbrados a bajar todos los días, no tendrían esas sensaciones, pero… Pues bien; una vez abajo, recorrimos las galerías donde trabajaban los mineros, la mayoría, conocidos míos. Charlando con uno de ellos que estaba apoyado sobre un palé, sacó un cigarrillo y me ofreció otro a mí. No le quiero contar cómo me temblaron las piernas cuando me di cuenta de que el contenido del palé no era ni más ni menos que petardos, goma dos, para hacer saltar los barrenos y desprender el mineral de plomo del filón. Mi amigo el minero, incluso se permitió bromear conmigo cuando le pasó el mechero encendido por el lado de los explosivos. Me acordé de toda su casta, claro. Después, bastante después, comprendí que la goma-2 precisa de un detonador para explosionarla.

POZO FEDERICO

RLC.- Pues claro, Alterio. Su temor era infundado…

Alterio.- Ahora lo entiendo. Pero ¡oiga!: los que hemos nacido en estas tierras mineras hace algún tiempo, todavía recordamos con nitidez muchos accidentes en las entrañas mineras. Un capataz, amigo mío de pandilla, el infortunado Pepe Cattoni, años atrás había caído desde el exterior hasta el “hondo” con una máquina de las vagonetas.

Pero hoy, treinta años después, doy por bien pagado el “trago” de bajar a la “novena”. Verdaderamente fue un privilegio ya que al poco tiempo también cerraba el Pozo Federico y con ello una larga etapa de nuestra historia minera.

RLC.- Es cierto Alterio. Por todas esas historias de la mina hay que felicitar a los promotores de “El Sinapismo”. Que mantengan fresca la memoria del duro trabajo por el que pasaron miles y miles de mineros.

Alterio.- Sí, amigo mío. Y que de esa memoria se extraigan nuevas ideas para que los sucesores de aquellos mineros no tengan que abandonar su Pueblo como tuvieron que hacer tantas familias cuando el filón ya no era rentable. Hoy, nuestro rico patrimonio minero puede y debe ser explotado económicamente como atracción turística y cultural. Miles de viajeros desfilan diariamente por la autovía junto a las minas y chimeneas que son el portal de entrada a la exposición minera integral que constituye nuestro entorno. El producto turístico-cultural ya está fabricado, lo único que hace falta es el papel de celofán para envolverlo. Y voluntad política para realizar la multitud de proyectos que nuestras viejas minas nos ofrecen.

RLC.- Efectivamente, Alterio. En épocas de crisis como la que padecemos, el ingenio debe ayudar a superar las dificultades mediante la explotación de nuestros propios recursos.

Alterio.- Además, tampoco tenemos que inventarnos nada. En muchos otros sitios con pasado minero ya lo hacen desde hace mucho tiempo y con unos excelentes resultados. Creo recordar que hay un artículo en Revista de La Carolina que puede indicarnos claramente las potencialidades de nuestras viejas minas. Es un artículo sobre La Carolina, de Argentina, donde se explotaban antes minas de oro y ahora han descubierto un nuevo “filón” como atractivo turístico y cultural. Fíjese usted, que casualidad de nombres y de circunstancias.

RLC.- Ya tuvimos hace dos años la oportunidad de recibir al Consejero de la Junta de Andalucía, Luciano Alonso, junto con la entonces alcaldesa de La Carolina, Ángeles Férriz, en la presentación del Proyecto “Paisajes Mineros de Jaén”, dotado con más de tres millones y medio de euros.

Alterio.- Pues eso. Hay que seguir desarrollando todas las iniciativas tendentes a conformar y desarrollar el proyecto. Por eso hay que aplaudir la aparición de la Revista “El Sinapismo” y felicitarlos por su acierto. Por cierto, haga usted el favor de devolverme la Revista que le estoy viendo hacerse el despistado y con ganas de quedársela. Le informo que puede adquirirla en todas las librerías de La Carolina o suscribirse en el teléfono 639 600 286 o a través de la web www.acmica.es.

RLC.- Tenga su revista, hombre. Ahora mismo me voy por una.

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