La batalla de Las Navas de Tolosa

28.05.2012 08:56

La batalla de Las Navas de Tolosa                      

          

Fernando R. Quesada Rettschlag

Mes de julio del año 1212. Los rigores del estío están ya haciendo estragos en este rincón de Sierra Morena oriental, caracterizado por sus veranos secos y calurosos. En ese ambiente de ardiente canícula, se va a desarrollar una batalla decisiva para la posterior Historia de España y de Europa.
En teoría, el Miramamolín Muhammad al-Nasir lo tenía todo a su favor para obtener la victoria. En primer lugar eligió el campo de batalla y en él, el lugar más favorable. Un terreno poco propicio para la actuación de la caballería pesada, el arma más temible del ejército cristiano que, además, tuvo que atacar cuesta arriba. En segundo lugar, contaba con una tropa más numerosa que la cristiana. Actualmente se cifra en diez mil el número máximo de cristianos y en torno a dieciocho mil el de sarracenos. En tercer lugar, en el momento de la batalla, los cristianos llevaban ya casi un mes de agotadoras marchas cargados de impedimenta, bajo un sol de justicia. Y por el camino habían ido conquistando las fortalezas en poder almohade, Malagón, Calatrava, Alarcos y Castro Ferral, con la consiguiente pérdida de hombres y de energías.
Si la batalla tuvo lugar, fue por la inquebrantable voluntad del Rey castellano Alfonso VIII y por el decidido apoyo que recibió del papa Inocencio III. Desde que salió de Toledo el 19 de junio de 1212, hasta que llegó la jornada decisiva del lunes 16 de julio, tuvo que superar todo tipo de dificultades y sobreponerse a adversidades que habrían hecho desistir a la mayoría, pero no a él.
Unos meses antes, había perdido a su hijo y heredero el infante don Fernando, que fue su más entusiasta colaborador en los preparativos de la batalla. Falleció en Madrid víctima de enfermedad, a los veintidós años de edad. Alfonso tuvo que sobreponerse a la profunda tristeza.
A mitad de camino entre Toledo y Sierra Morena, los ultramontanos, procedentes en su mayoría del mediodía francés, pensaron que en las llanuras manchegas hacía demasiado calor en esa época del año y, sin más, dieron media vuelta y regresaron a su tierra. Hablamos de un contingente de entre cincuenta mil y cien mil hombres, por lo que más que un contratiempo, esto suponía un tremendo revés, del que al-Nasir fue puntualmente informado por sus espías. Alfonso decidió seguir adelante.
Cuando llegaron al puerto del Muradal, se planteó nuevamente la posibilidad de desistir, pues para llegar al campo de batalla, los cristianos tenían que atravesar por el paso de la Losa, un tramo estrecho y abrupto, donde unos pocos enemigos los hubieran ido matando como a conejos, conforme hubieran ido pasando en obligada fila india y cargados de pertrechos. El estado mayor del ejército cristiano era partidario de volverse por donde habían venido, pero Alfonso decidió seguir adelante costase lo que costase. Entonces se presentó en el campamento un humilde pastor local que cambió la Historia. Martín Halaja mostró a los cristianos un paso alternativo por el actual Puerto del Rey, que entonces no era más que una vereda solo conocida por los pastores de la zona. Gracias a ella, pudieron evitar el fatídico paso de la Losa.
Por fin, cuando en el transcurso del combate los acontecimientos se tornaron claramente desfavorables para los cristianos, Alfonso no lo dudó; atacó con todas sus reservas, jugándoselo todo en el envite, incluida su propia vida. Con esta decisión, no le quedaron más opciones que vencer o morir en el intento. “Arzobispo, aquí morimos hoy vos y yo” le dijo a Jiménez de Rada antes de ordenar el último y decisivo ataque.
Su actitud contrasta con la del Miramamolín al-Nasir que, cuando vio que los cristianos rompían las filas almohades y se abrían camino hacia su imponente tienda roja, huyó dejando a sus tropas abandonadas a su suerte. Su huida provocó la desbandada general del ejército agareno, lo que puso fin a la batalla y dio comienzo el alcance.
Ese lunes 16 de julio de 1212, festividad de Nuestra Señora del Carmen, la victoria cristiana en la mayor batalla campal de todo el medievo, cambió de forma irreversible el destino de la Reconquista.

El próximo 16 de julio se cumplirán 800 años de esta trascendental batalla que tuvo lugar casi a las puertas de nuestras actuales casas. El I.E.S. Martín Halaja quiere sumarse a los actos de celebración de la efemérides con varios actos entre los que se cuenta esta exposición de fotografías de los lugares de la batalla.

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