Nuestra Historia: Historia y mito de la Batalla de Las Navas de Tolosa

06.11.2008 07:39

 Nuestras Raices y nuestra Historia 

 

“Os recomiendo el temor de Dios y los huérfanos y la huérfana”. El jeque Abu Muhammad Abd al-Wahid le preguntó: ¡Oh, Señor nuestro, oh, Amir al-mu´minim!, ¿Quiénes son los huérfanos y la huérfana. Dijo: “La huérfana es la península de al-Andalus y los huérfanos son sus habitantes, los musulmanes”.

 

La Batalla de las Navas de Tolosa: historia y mito

 

 

Hace unos días cayó en mis manos el libro La Batalla de las Navas de Tolosa: historia y mito”, de nuestro querido amigo y paisano Manuel Gabriel López Payer y de la arabista María Dolores Rosado.

Como dice el profesor Juan Eslava Galán en el prólogo del libro los autores “han conseguido que un tocho de casi quinientas páginas no resulte farragoso, sino entretenido, apasionante, de fluida y fácil lectura…”.

He de reconocer que cuando lo tuve en mis manos por primera vez también a mí me pareció un tocho amenazador…hasta que abrí sus páginas y llegué a la misma conclusión que el profesor Eslava: ¡excelente!.

 

Foto: Torreón del Castillo de Las Navas

 

 

El mito del pastor de Las Navas: de San Isidro a pobre diablo

 

Se trata de un estudio detallado de la Batalla profusamente documentado históricamente. También desmonta mitos como el del pastor Martín Halaja, entre otros.

Respecto al pastor dice que “el mérito de este curioso personaje fue el de indicar a los cristianos un camino accesible para flanquear la Cordillera Mariánica y llegar sin problemas hasta los musulmanes. Rodrigo Ximénez de Rada nos refiere de esta manera la llegada providencial del pastor al que describe así en su De Rebus Hispaniae:

 

“…muy desaliñado en su ropa y persona, que tiempo atrás había guardado ganado en aquellas montañas y se había dedicado allí mismo a la caza de conejos y liebres”

 

El arzobispo de Toledo lo califica, además, de “escoria del mundo”. En términos parecidos se expresa Domingo Pascual en su traducción de la Historia de la batalla:

 

 

“Dios… embió un home como aldeano, o pastor, home mal vestido, è parecia que era el vestido de poco valor… E dixo, que el guardara tiempos avia su ganado en aquellos montes, è que tomara por alli en aquel Puerto liebres, è conejos”

 

Alfonso VIII, apenas habla de él en su carta al Papa, se limita a decir que:

 

“…nuestros magnates que iban en la vanguardia, guiados por un rústico que Dios nos envió impensadamente, encontraron allí mismo otro paso bastante fácil”.

 

El arzobispo de Narbona ni siquiera menciona al pastor. En cambio, fuentes posteriores sí que se detienen en este suceso. Por ejemplo, Alberico en su Crónica le cambia la profesión y da nuevos datos sobre su indumentaria:

 

“… un campesino enviado por Dios, según se decía, se presentó a ellos vestido y calzado con cuero crudo de ciervo”.

 

Lucas de Tuy al referirse a él dice:

 

“… presentose por divina inspiración al rey Alfonso un hombre, a modo de pastor de ovejas, que les enseñó un camino ancho”.

 

En cuanto a la Crónica latina de los Reyes de Castilla:

 

“Entonces envió Dios a uno con aspecto de pastor, que habló en secreto al rey glorioso”.

Foto: Monumento a la Batalla cuando estaba en la Plaza de España (1915)

En ninguna de las fuentes del siglo XIII se menciona el nombre del pastor, habrá que esperar tres siglos para toparnos con una identidad, y quien nos la proporciona es Argote de Molina, que nos dice que se llamaba Martín Alhaja, aunque el apellido sea frecuente encontrarlo escrito como Halaja. Posteriormente, José María de Areilza, que dedicó un artículo periodístico al pastor, afirmaba que su nombre completo era Martín Halaja y Gontrán y que había tomado este dato sobre su segundo apellido de un cronicón, sin explicar cuál. Volviendo a Argote de Molina hay que señalar que este autor no sólo da nombre al personaje sino que novela un poco el episodio del pastor relatándonos que llegó al campamento preguntando por los reyes y que, cuando fue llevado a presencia de los mismos, les dijo que:

 

“… no estuviesen en cuidado, que él los pasaría sin peligro por el camino donde repastaba su ganado, que era lugar de mucha yerba y de buenas aguas”.

 

Una vez más, nos damos cuenta de que Argote de Molina tuvo acceso a algunas crónicas editadas recientemente como la de Veinte Reyes o inéditas como la Crónica de Castilla en la que se ponen en la boca del pastor las siguientes palabras dirigidas a los reyes:

 

“Non estedes en este cuydado, ca yo vos mostrare muy buen lugar por onde pasedes syn peligro a los moros, ca yo se muy bien las sendas e los pasos por esta tierra, ca muchas vezes andude por aquí con mi ganado e vos levare por lugar donde ayas buenas yervas e muy buenas aguas fryas e sanas”

 

Al oir las palabras del pastor, los reyes enviaron para cerciorarse a Diego López de Haro y García Romeo. Martín Halaja entonces les dio como seña del camino la calavera de unas de sus vacas que los lobos le habían comido. Esta puntualización le sirve a Argote de Molina para explicar el origen del linaje de Cabeza de Vaca cuyo blasón fue concedido a los descendientes de Diego López de Haro. Aunque no todo el mundo lo interpreta así y sea el propio Marín Halaja el primer miembro de los Cabeza de Vaca.

Este pastor ha sido, y es, una figura controvertida, revestida con un halo de misterio, recibe diversas denominaciones, Martín Halaja es la más conocida pero también es citado a veces como Martín Alhajar y otras como Martín Malo. Se dice que se le dio como recompensa por su ayuda una dehesa con su torre en el término de Guarromán que posteriormente se convertiría en aldea de Martín Malo con la colonización de Sierra Morena por Carlos III en 1768. Sin embargo, al parecer, el tal Martín Malo fue un fraile calatravo del siglo XII que abandonó la Orden y andaba desobediente, por lo que poco o nada tuvo que ver con nuestro pastor. Pero quizás la identificación más espectacular y que más tinta ha derramado sea la de Martín Halaja con San Isidro como veremos un poco más adelante.

De todos modos, no todos los historiadores han sido tan superficiales a tratar este asunto, el Padre Moret en sus Anales de Navarra indica claramente que del pastor no se supo el nombre.

 

Foto: Martín Halaja señala el camino a los Reyes Cristianos

Sin embargo, lo más significativo de todo esto es que exista en la historiografía otro suceso relacionado con el pastor Martín Halaja en la época de Alfonso VIII. El suceso tiene que ver esta vez con la ciudad de Cuenca, según una tradición moderna a Martín Halaja se le atribuye un papel muy destacado en la conquista de la ciudad. Esta leyenda está recogida en una fuente del siglo XVI, la Vida y milagros del glorioso Confesor San Julián, segundo obispo de Cuenca, del jesuita Francisco Escudero, y a su vez fue retomada en el XVII como tradición vulgar y falta de crédito por Pablo Martir Riço en su Historia de Cuenca que dice así:

 

“Ai memoria y tradición muy antigua en esta ciudad de padres a hijos, que viendo el Rey, que Cuenca era inexpugnable por su fortaleza, y en aquel tiempo no se avia hallado pólvora, ni artillería, para poderla batir usó de este ardid, que se concertó con un Pastor Christiano llamado Martín Alhaxa cautivo, que guardaba los carneros del Rey Moro, al qual el dio los carneros; y se cubrieron los soldados con los pellejos, y entraron por una puerta falsa que oy dia se muestra, la qual guardava un moro viejo, y ciego, y solia tentar de noche, quando se recogian los moros a la fortaleza, y quando entraron los soldados cubiertos con los pellejos se engañó, pensando, que eran carneros, y lo mataron a él y a los que guardavan la fortaleza”.

 

Además según la tradición, se cree que Alfonso VIII le dio, en premio por su ayuda, algunas posesiones en la ciudad.

Hernández Pacheco en su artículo sobre la Batalla se ocupó de la figura del pastor indicando que estaba representado en el pórtico de la catedral conquense y que en el Soto del Júcar, cercano a la ciudad, se hacía eco de su memoria al existir una peña y una fuente con el nombre del pastor; la explicación, según este autor, habría que buscarla en que Martín Halaja marchó a vivir a Cuenca después de Las Navas de Tolosa. Hemos podido confirmar la existencia de la fuente en la Hoz del Júcar. Aunque no hemos encontrado la confirmación de la estatua de la catedral, puesto que la actual fachada neogótica, aún inconclusa, fue proyectada en el siglo XX por el arquitecto Vicente Lampérez y las hornacinas ojivales de la portada permanecen exentas de toda escultura.

Donde sí existe una figura del pastor es en la catedral de Toledo, en la Capilla Mayor. El Marqués de Mondéjar la describió así:

 

“… está con sayo largo hasta los pies y con capotillo, que llega a la rodilla; sobre la cabeza una caperuza, a modo de capilla o cogulla de monje jerónimo, la cual baxa hasta el cuello; la barba crecida y el rostro tostado. Tiene un báculo o cayado, asido con la mano izquierda, y la diestra descansa sobre la cabeza del báculo”.

 

Aunque probablemente la leyenda conquense carezca de base, es interesante el fondo de la misma: Martín Alhaja, un pastor en tierras musulmanas, tiene un papel destacado en una importante victoria cristiana. Para nosotros la explicación no es otra que los cronistas tardíos de la época de los Reyes Católicos tomaron el nombre del pastor conquense para ilustrar el episodio de las Navas.

Pese a que no conocemos mucho más sobre la identidad de este personaje, su sugestivo apellido hace referencia para nosotros a un posible origen mozárabe del pastor. Halaja o Alhaja es el término romanceado de a voz árabe, al-yawhar, la joya o piedra preciosa. Aunque podría tratarse de un musulmán de origen bereber ocupado en la ganadería trashumante, lo cual vendría a explicar el apelativo de “escoria del mundo”, dado por Ximénez de Rada.

Los testigos presenciales, como hemos visto no dotan a este personaje de un carácter providencial, pero sí lo hace el paso del tiempo. Así tenemos, por ejemplo, que la Crónica de Castilla y la Crónica de Veinte Reyes dejan caer que podía tratarse de un ángel:

 

“Mas commo quier quel pastor semejase, cyerto era ángel mandadero de Dios”.

 

En el siglo XVII, el protagonismo de San Isidro en el reinado de Alfonso VIII, se intensifica, baste con añadir la aparición en sueños del santo al monarca poco después de la Batalla, cuando los andalusíes intentaban recuperar Baeza. Esta aparición es narrada por Ximénez Patón en su Historia de la Ciudad de Jaén:

 

“Los Andaluzes Moros acudieron con grandísimo socorro, y tenian por facil la victoria, porque ellos eran muchos, y los Cristianos pocos, negocio que al catolico Rey le puso en mucho cuydado el qual puso esto en las manos de Dios, y assi le sucedió, que estando la noche de su aflicción sentado en su tienda pensativo le vino sueño y se le aparecio la vision de un varon vestido de pontifical, y le dixo Alonso que dudas? De veras  te afirmo que todas las cosas son posibles a nuestro Dios. Ves esta multitud de Moros que te amenazan en amaneciendo como humo desapareceran, y huyran de ti. A mi me ha señalado el Señor para guarda tuya, y los que sucediesen de tu linaje si le siguieredes con fe verdadera, y coraçon perfeto a Dios. El Rey le pregunto quien era, y el le respondio. Yo soy Isidro Dotor de las Españas sucesor en ellas en la predicación del Apostol Santiago”.

 

Pérez de Castro  explicaba que la relación el pastor con San Isidro procedía de antiguas crónicas en las que se afirmaba que el Rey Alfonso VIII al ver el cuerpo del santo cuando fue trasladado a la Iglesia de San Andrés dijo delante de todos los presentes:

 

“Este fue el pastor que me guió en las Navas de Tolosa”.

Foto: San Isidro... ¿o Martín Halaja?

El marqués de Mondéjar indica que esta identificación del pastor con San Isidro procede de una fábula de la época de los Reyes Católicos cuando se aumentaron los milagros atribuidos al Santo Labrador, desde luego, en la leyenda de San Isidro del siglo XIII no se menciona esta intervención milagrosa. García Villada estudia esta tradición señalando que la sobriedad de los milagros contados en la Vida de San Isidro no podían satisfacer a los devotos de un santo tan popular, por lo que no resulta extraño que la devoción al mismo se magnificara con un hecho de gran calado como la victoria de Las Navas. Sabemos que San Isidro no fue beatificado hasta 1620 y que su canonización se llevó a cabo rápidamente, dos años más tarde, en 1622, así que en esta época proliferaron los escritos que dieron realce a la figura del Santo. La devoción a San Isidro fue impuesta por la Contrarreforma en todo el país, aunque para ello hubiera de suplantar a la de otros santos labradores locales como ocurrió, en el caso de Cataluña.

 

Julio González indica que la polémica e la identificación del pastor con el Santo se reavivó en el Madrid del siglo XVIII y que los partidarios de la misma carecían de base en la argumentación de sus pruebas. Uno de estos defensores de la identificación del Santo con el pastor de Las Navas fue precisamente el canónigo de la iglesia de San Isidro en Madrid, Manuel Rosell, quien publicó en 1789 su Disertación histórica sobre la aparición de San Isidro… a todo el ejército cristiano antes de la famosa batalla de las Navas de Tolosa. Esta disertación fue replicada por Pellicer en 1791 con un Discurso sobre las antigüedades de Madrid, al que contraatacó Rosell ese mismo año con una Apología en defensa de la aparición de San Isidro en la batalla de las Navas de Tolosa. Todavía en 1794 Rosell añadiría unas Adiciones a la disertación sobre la aparición de S. Isidro en la batalla de las Navas.

No obstante, en la actualidad persiste la confusión de relacionar al pastor de Las Navas con San Isidro. Incluso algunos pueblos de la zona próxima a la Batalla tienen al Santo como patrón, entre ellos Guarromán, que celebra su romería en honor al mismo.

Pese a todo, la historia del pastor de Las Navas continúa derramando tinta y es que el episodio de su oportuna aparición sigue seduciendo la imaginación de los autores. El último en caer bajo su hechizo ha sido nuestro amigo giennense, Juan Eslava Galán, que recientemente, ha recreado con imaginación esta historia en su libro sobre las Leyendas de los castillos de Jaén. Lejos de la identificación con San Isidro, para Eslava Galán, el pastor de Las Navas era “un pobre diablo de muy baja condición” cuyo único móvil para ayudar a Alfonso VIII debió ser la venganza. Con estos argumentos recrea una historia en la que Martín Alhaja es víctima de los atropellos del adalid almohade que diecisiete días antes de la Batalla le había robado cinco conejos, su caza de todo el día. El pastor se había dirigido al campamento para vender los conejos y el adalid se los quitó impunemente. Cuando Martín protestó lo único que recibió fue una tunda de palos. Tras la Batalla, el pastor encuentra el cadáver del adalid y le despoja únicamente de un cinturón de cuero, cuyo valor le resarciría del robo de sus mercaderías y de este modo habría hecho justicia.” 

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