Reflexiones de un paseante: llegaron las setas

18.12.2011 19:06

Llegaron las setas

 

Fernando R. Quesada Rettschlag. Noviembre de 2011.

 

Por fin han llegado las tan esperadas lluvias y, aunque el refrán diga que nunca llueve a gusto de todos, raro será el carolinense que no se sienta complacido con ellas. El bosque se puebla de setas y, los que gustamos de los paseos campestres, podemos admirar los preciosos paisajes otoñales adornados además, con imágenes tan bellas y sugerentes como las que aparecen en las fotografías

A los olivareros se les alegra el alma pensando que, en esas mágicas instalaciones fabriles que son los olivos, el agua que penetra por sus raíces, habrá transmutado en aceite cuando, tras tortuoso peregrinaje desafiando la ley de la gravedad, llegue a las aceitunas. Los aficionados a la micología y a la micofagia (ambas devociones suelen ir de la mano), sentimos por fin, que se alivia nuestra congoja. Tras varios otoños en los que las lluvias empezaban en septiembre y alcanzaban valores superiores a la media, nos habíamos malacostumbrado a la prolífica generosidad del bosque, llegando a considerar que tener en nuestras mesas el hongo septembrino y el níscalo otoñal, era un derecho ciudadano más. Este otoño en cambio, la ilusión se ha tornado desesperación. Hemos pasado los meses de septiembre, octubre y parte de noviembre, sin una mala seta que llevar a la sartén y los honrados ciudadanos que cumplimos las leyes y pagamos nuestros impuestos, comenzábamos a albergar ese feo sentimiento que la gente vulgar llama cabreo y las personas finas, impaciencia. Así las cosas, no es de extrañar que esta mañana de sábado, hubiera en los llanos de las Américas, más criaturas que en el real de la feria un catorce de mayo.

Seta 1

Seguramente, el lector que tenga ya cierta edad, habrá reparado en que el título de este artículo, es una paráfrasis del de la otrora famosísima película “Llegaron las lluvias” (1939). A nuestros padres, vuestros abuelos si tenéis menos de cuarenta años, les encantó ese dramón “made in Holliwood” con amores prohibidos y desastres naturales, en un escenario tan exótico como la ciudad india de Ranchipur, bajo el yugo colonial británico ¿Qué más podía pedir un españolito de los años cuarenta para evadirse durante hora y media de su inhóspita realidad y sentirse transportado al séptimo cielo? A pesar de que los censores franquistas se emplearan a fondo con sus afiladas tijeras de castrar conciencias y recortar entendimientos, aquello era algo muy parecido a la felicidad. Lo malo venía cuando en la pantalla aparecían aquellas enigmáticas palabras: “The End”. Entonces se encendían las luces de la sala y, sin dilaciones ni paliativos, habían de regresar al frío, al hambre, a la miseria… a la posguerra.

Setas 2

Pero volviendo a las setas, no hace demasiados años que las considerábamos vegetales, es decir, organismos pertenecientes al “Reino Plantae”. Sin embargo, botánicos y bioquímicos fueron descubriendo tales y tan profundas diferencias con las plantas, que acabaron creando para ellas y sus parientes menores, un reino independiente, el “Reino Fungi” o Reino Hongos.

Seta 3

Los hongos comprenden tres grupos de organismos cuya diferencia más evidente es el tamaño. En primer lugar están las levaduras, tan pequeñas que para poder verlas necesitaremos un microscopio. Sin embargo, su importancia para nosotros es inversamente proporcional a su tamaño, ya que gracias a ellas, disfrutamos de productos como el pan, los bizcochos, el vino o la cerveza. En segundo lugar están los mohos, que se pueden percibir a simple vista, pero son tan pequeños que es más recomendable observarlos con lupa. Los mohos forman sobre los alimentos desprotegidos, esa especie de tapete parecido al terciopelo, que nos obliga a tirarlos. Por eso no gozan de nuestra simpatía. Sin embargo, conviene recordar que también nos proporcionan los antibióticos y, gracias a ellos, la mortalidad infantil, tan elevada en tiempos de nuestros abuelos, hoy día es prácticamente nula. En tercer y último lugar pero no por ello menos importantes, “at last but not least” dicen los angloparlantes, están las setas. Estas sí que nos caen simpáticas y sí que las podemos observar a simple vista. Para ello, no necesitamos ni lupa ni microscopio, únicamente suerte. De hecho, la visión de algunas de ellas, nos proporciona una gran alegría cuando vamos por el campo triscando entre la maleza, con una cestita de mimbre colgando del antebrazo. Sin embargo ¡cuidado! Lo que nos jugamos es la vida. Ya a los antiguos romanos, nuestros antepasados culturales, les resultaban de gran utilidad para solventar discrepancias dinásticas o divergencias respecto al reparto de poder. Tengámoslo presente y, ante la más mínima duda, más vale dejar la seta donde está. Y en el caso de que dudemos sobre si deberíamos dudar… también.

 

 

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