Viernes de cine: Flor del desierto
Moderna Cenicienta
La poco conocida directora neoyorquina Sherry Horman denuncia el ritual de la ablación del clítoris, a través de un biopic de Waris Dirie, nacida en Somalia, top model de éxito que llegó a tener un pequeñísimo papel en Alta tensión. Dirie logró llamar la atención internacional sobre esta brutal práctica, tras confesar públicamente en una entrevista para NBC y la revista Marie Claire que ella misma la había sufrido durante su infancia. Kofi Anan la nombró embajadora de Naciones Unidas para concienciar a la opinión pública sobre este asunto.
La directora -que se basa en un libro autobiográfico de la propia Waris Dirie- acierta al plantear el film como una actualización del cuento de "La Cenicienta". Comienza cuando Waris es una inmigrante ilegal en Londres, a la que recoge Marilyn, dependienta de una tienda de ropa, aspirante a actriz, que la lleva a dormir a su humilde habitación de una residencia.
Al día siguiente, Marilyn manda a su nueva amiga a la hamburguesería donde ella misma estuvo trabajando, pues sabe que le ofrecerán un contrato. Mientras limpia el local, un cliente le da su tarjeta porque se dedica a la fotografía y está interesado en hacerle unas instantáneas. Ignora Waris que se trata de Terry Donaldson, profesional de inmenso prestigio.
La puesta en escena de Sherry Horman intenta recordar en su realismo social a Mike Leigh, sensación que se refuerza por la presencia de dos actores muy asociados al cine del británico, Sally Hawkins (brillante como Marilyn, la amiga de la protagonista) y el siempre excelente Timothy Spall (que insufla una enorme humanidad al fotógrafo que interpreta, aunque sale poco). Obviamente, no llega a la altura de Leigh, y a pesar de sus buenas intenciones, y de la importancia del tema central, acaba siendo demasiado reiterativa. Cuando ya ha transmitido el mensaje bastante bien, incluye una conferencia didáctica de la protagonista ante la ONU que sobra, y por si esto fuera poco, unos rótulos finales vuelven a repetirlo todo otra vez.
A pesar de estos defectos se sigue con interés, porque aunque no oculta los problemas asociados al drama de la inmigración, subyace un tono positivo y esperanzador, y algunos pasajes de comedia aligeran otros momentos bastante duros. Además, la actriz y modelo Liya Kebede (El buen pastor) no desmerece frente a los ilustres secundarios.
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